Allá, al otro lado de la Sierra Nevada…
mirando para el Occidente,
entre Onzaga, San Joaquín y Mogotes…
más arribita de Ricaurte…
sí, ahí en Covarachía,
se acuesta la luna cada 29 días y medio…
trece veces en un año…
Por Germán Alfonso Garcés Mariño
Estas trece veces en que la luna duerme en Covarachía, lo tomaban como referente los indígenas Chitareros… los nuestros… en lo que llamaban el año rural; identificaron tres tipos de año, aparte del rural, el año de los sacerdotes o ciclo astronómico, y el año vulgar, con una connotación no muy sana, la cual dejamos a la investigación y a la imaginación de todos… como hecho curioso, estos datos los recopila Alexander von Humboldt y reposan en algunos archivos antropológicos de Cuba. (Siendo más ortodoxos, su estructura se puede remontar a las fases tempranas o preclásicas de nuestra verdadera cultura etnográfica, año 900 antes de Cristo).
Entrando en tema, cada año celebramos la Navidad, con gran número de significados, de los cuales el comercial lleva la batuta y el liderazgo; así mismo, los motivos para la bohemia y el compartir unos tragos como respuesta a la euforia y felicidad de la natividad; toda vez que, quien nació, a veces convertía el agua en vino.
Otro sector de la población, ve en la Navidad un espacio para compartir, posiblemente con los menos favorecidos, dándoles un sitio en al corazón y la razón; o con el propósito de algo de "simonía", (comprar el perdón Divino), para lo cual, el objetivo se cumple… hacer feliz a otro.
Pavo, jamón, vino, wiski, brandy, gallina "criolla", cordero, cabra, vaca, aceitunas y aceite de oliva, salmón ahumado… entre otros muchos, acompañan las mesas, al menos una vez al año, en una negación de la cultura, en razón que ninguno forma parte de la gastronomía precolombina, ese espacio lo tenían el maíz, el fríjol, la yuca, las batatas, las turmas o papas, arracachas, auyamas, ají, cuy, conejo, aves silvestres, hormigas y orugas.
Resultado de esta Babel criolla, surgen verdaderos hitos de la gastronomía navideña regional: el maíz, garbanzos, especias, ajos, cerdo, pollo y res, cuidadosamente atrapados en hojas de plátano, meticulosamente dispuestos, y tras horas de cocción, dan origen a uno de los símbolos más grandes de nuestra Navidad, casi como el pesebre y el árbol… el tamal: una delicatesen sin estrato.
Algunos esperamos la recuperación de las tradiciones que nos hicieron felices de niños, y que férreamente siguen con nosotros… probablemente no las mismas que nuestros mayores; pero, en fin, tradiciones…
Hace un año, con algo de sentimiento, pasión y, sobre todo fe, redacté un documento un poco soberbio… como todos mis escritos… sin embargo, expresando mis sinceros deseos por un año diferente, en una carta expresaba la añoranza por un año excepcional; el tiempo enseña que la vida cíclica no tiene sentido.
Ahora, doce meses más tarde, trece escritos en este medio, colmados de crítica, algo de historia, algo de fantasía, mucho de experiencia; y, contrario a lo que algunos foráneos, (sí de esos que vienen a la región del Chicamocha Medio, a sacar su tajada de lo poco que otros han dejado; o simplemente a hacerle un mandado a su padrino político, por llamarlo así), lo quieren negar, hoy con bastante conocimiento, toda vez que no solo soy de la región… ahora que se ha perdido tanto, me doy cuenta que puedo decir, he trabajado por ella.
Inicié ese escrito añorando un año lleno de fortaleza para cimentar sobre los recuerdos, de verraquera, para pensar y construir en grande, de inteligencia para no equivocarnos nuevamente…
Los meses empezaron a pasar, los riesgos de seguir perdiendo los activos de la región nos consumían, como la sombra del día al caer la tarde; las estructuras educativas se deterioraban mes tras mes… la lucha por reconstruirlas, fortalecerlas y ampliarlas pareciera fortuita… los hipopótamos y elefantes blancos seguían cruzando las calles; la politiquería tradicional rondaba con los mismos cuentos de siempre, el sonar de las campanas traía nuestros corazones la pérdida de niños en un desafortunado momento, este, tristemente se sigue repitiendo; la participación democrática se transformó en una gallera, eso aún no cambia… el Páramo del Almorzadero sigue al garete; las mujeres nos enseñaban que su lucha vale la pena; para los creyentes, nos premian con uno de la tierra, nos llena de ilusiones y restituye la fe; este hecho recordaba algo de historia y también el impacto que los eventos tienen sobre la cultura y el desarrollo de la sociedad, así sea por un tamal diferente; regresamos a la realidad acercándonos a un año electoral, de esos difíciles; es decir, de los regionales… cerramos el año dividiendo la región por capricho e interés politiquero, en esto hay quienes se enorgullecen como José Manuel Marroquín en 1.903, cuando en su "imbecilidad", sostuvo: "me dieron un país y entregué dos".
Cada veintinueve días y medio, la luna llena pasa por su cueva, después de recorrer e iluminar silenciosamente el río de los hilos de plata, pienso que reposa sobre la cumbre de Covarachía, para iniciar su nuevo ciclo, trece veces al año… en su recorrido, desde el oriente en la Sierra Nevada del Cocuy, Güicán y Chiscas. Mira permanentemente el trasegar de una sociedad basada en la familia, "todavía", donde los abuelos y padres sueñan con un futuro mejor para sus hijos y nietos; siguen quedando en el ambiente las oraciones de las abuelas por los mismos, sí, por propios y extraños; esa luna, la misma que vio el Cacique Chicamocha, el Cacique Panqueba, los Guacamayos, los Laches, los Servita, los Chitagotos, los Tequíes… en fin toda la familia Chitarera; Chitarera porque eso somos… no somos boyacenses o santandereanos, no somos de ese lado o de este lado del río… no somos liberales o conservadores… o como ahora de cualquiera de esas parcelas que carecen de ética y se venden al politiquero que tiene el lapicero… tal vez somos seres humanos… de una sola familia; eso se ha perdido, eso no se recuerda…
No quiero pensar que no tenemos dolientes, es más, debo resaltar que sí los tenemos, por eso en esta Navidad no hay carta a San Nicolás, Papá Noel, Santa Claus, El Viejo Pascuero, Los Santos Inocentes, Los Reyes Magos, y/o quien haga sus veces; en esta Navidad redacté un WhatsApp, dirigido a nosotros mismos.
@Habitantes_Chicamocha_Medio
Hola, ya estamos en Navidad… el momento de recordar lo que se hizo y no hizo en el año… sobre todo de lo que se hizo mal… para algunos, esa dieta que no empezaron, para otros, ese curso que nunca iniciaron, quienes olvidaron hacer esa visita, quienes prometieron hacerlo y ahora solo deben lamentarlo… reconstruir los pasos y culparnos por no haber retrocedido cuando se debía, o mejor, por no haber seguido adelante…
Es hora de asumir las propias realidades, responsabilidades y por una vez, conseguir objetividad para saber hacer las cosas… tener la certeza de no necesitar excusas…
El mejor regalo navideño debe llegar a nuestros corazones, no tenemos por qué andar pidiendo…
Como ciudadanos, no debemos mendigar nuestros derechos, no debemos agradecer el cumplimiento del deber… no debemos esperar premio por el deber ser; debemos apropiarnos del ejemplo y principalmente del ejemplo para con nosotros mismos…
Por siempre se ha dicho que, a quien hace el bien, le retorna el bien… entonces, en esta Navidad, ese es nuestro deseo… en pocas palabras, para que le vaya bien, pórtese bien.
Carita feliz, manos rezando, arbolito navideño, estrellita, imagen de fuegos artificiales… a manera de emoticones, no significan nada, pero siempre los ponemos en los WhatsApp.
Mucho he repetido, hay que cambiar, "el hacer por hacer, por el saber hacer".