Por Rubén Darío Rodríguez López
Se cumplen los primeros 90 días del gobierno de Gustavo Petro, un parámetro que han impuesto los analistas para medir una primera fase y que permite vislumbrar lo que se viene para los próximos cuatro años, del "cambio por la vida", como se anunció en su programa de gobierno.
Toda propuesta de cambio, puede generar expectativas, generar reacciones, generar esperanzas, pero también puede generar incertidumbre, frustraciones y lógicamente, en estos primeros tres meses de gobierno, ha sido un poco más hacia lo negativo que hacia lo positivo. No en vano, la popularidad del presidente Petro, según la última encuesta Invamer del 22 de octubre, señala una caída en favorabilidad de 10 puntos (56% a 46%), así como el grado de pesimismo de los colombianos: el 64 % considera que las cosas están empeorando.
Sin duda alguna, el manejo de la economía ha sido uno de los principales factores de descontento de los colombianos, claro está, sería injusto "achacarle" toda la culpabilidad de la situación a este gobierno que acaba de comenzar. Factores externos, como el alza de intereses de la Reserva Federal, el impacto de la guerra de Ucrania en el precio de los combustibles, de cereales, de agroquímicos y las alarmas de una recesión económica a nivel mundial y factores internos como la dependencia de la importación de materias primas, el grave endeudamiento que deja el Gobierno Duque, con una deuda externa cercana a los 180.000 millones de dólares (180.000.000.000 x $5.000 dólar, calculen), etc. Pero tampoco ha sido "afortunado" el anuncio "radical" del gobierno colombiano de suspender la exploración de hidrocarburos para convertirnos en líderes mundiales de la "reconversión energética", lo cual es una utopía y porque no decirlo, es un "pajazo mental" toda vez que, como primera medida, más del 60% de los ingresos de Colombia dependen del petróleo y del carbón y segundo, Colombia solamente emite 84 ton de CO2 anualmente, frente a países como China, que emite 10.065; Estados Unidos, 5.416 y la India 2.654 ton/co2/año. Por lo tanto, abanderarnos de semejante responsabilidad que no es nuestra, no deja de ser un mero discurso ambientalista, que no pudo ser más inoportuno, ante la coyuntura de precio y de mercado que casualmente tienen hoy estos dos productos, lo que no dejó de ser un "tiro en el propio pie", que, sin duda alguna, ayudó a que el precio del dólar superara la barrera de los $5.000.
Tal vez Colombia, con la firma del acuerdo de Escazú, que precisamente se hizo en esta semana y su cumplimiento, no necesitaba hacer más anuncios y hubiera evitado generar el impacto adverso que provocaron infortunados trinos de la ministra de Minas y energía.
Entre las diferentes leyes y reformas planteadas por este nuevo gobierno, resalta también la de la Paz total, la reforma tributaria, la reforma a la salud, la reforma política, etc.
Indiscutiblemente las reformas tributarias nunca dejarán contento a todo el mundo, pero en este caso tiene muy nerviosos a los inversionistas, a los grandes empresarios, pero sobre todo a la clase media, porque indudablemente los dos primeros pueden dejar de invertir, pueden llevar sus capitales a otras partes, pero las pequeñas y medianas empresas y la clase media no tienen más alternativas que tratar de sobrevivir y luchar para no convertirse en uno más del SISBEN.
Con la reforma tributaria, según proyecciones, el gobierno busca recaudar 20 billones de pesos, para financiar programas sociales y el proceso de PAZ de 2016, reforma tal vez innecesaria e inoportuna, toda vez que, como lo expresé anteriormente con el precio del petróleo actual, este año 2022 le permitirá al Estado recaudar 21 billones de pesos que no estaban en las cuentas. Adicionalmente, por las rentas de ECOPETROL, el año entrante se recaudarán otros 30 billones de pesos, según la ANDI, sin embargo, el presidente Petro acaba de anunciar que estos recursos adicionales serán utilizados para infraestructura educativa y acueductos, incremento del subsidio a madres cabeza de familia y la capitalización del Banco Agrario y muy seguramente al subsidio a los pensionados, a los médicos domiciliarios, a los taxistas y a los desempleados (jóvenes y adultos) promesas de campaña. Todo esto suena bonito e imagino que a muchas personas les genera esperanza y lo ven como una reivindicación social y como el camino a la igualdad, que muchos profesan, pero no practican. En conclusión, se piensa mucho en redistribución y no en generación de valor, llevar ese dinero a muchos gastos y a muy pocas inversiones, sin duda alguna es catastrófico para cualquier economía.
En varias columnas de años anteriores, he promulgado que a la gente se le debe apoyar con incentivos y no con subsidios, son dos conceptos diferentes; el incentivo es una ayuda económica (dinero o bienes o servicios) para que una empresa, organización o persona natural se apalanque y pueda sacar a flote su negocio o su emprendimiento o su sistema productivo, (generalmente se otorga en créditos sin intereses o intereses muy bajos, dinero con plazos de gracia, dinero aportado por partes iguales) es decir, el beneficiario recibe un incentivo en contraprestación de algo y no termina siendo un regalo. El subsidio es una donación, es un regalo que se le da generalmente a personas o grupos de personas que se caracterizan por ciertas condiciones de precariedad, y se les otorga, ya sea por una vez o durante algunos períodos de tiempo y los beneficiarios no tienen que contraprestar ningún servicio o devolver nada.
Propender sacar de la pobreza a la gente con subsidios no ha funcionado en ninguna parte, ya que es claro que no hay economía en el mundo que aguante mantener por tiempo indefinido a un grupo de personas que, por más dinero que se les dé, nunca se van a insertar a un ciclo productivo. Esta bien garantizarles educación, salud, bienestar y de eso en Colombia ya los diferentes actores económicos grandes, medianos y clase media han venido aportando para las personas del régimen subsidiado. Otra cosa es que los subsidios se desvíen a quienes no los necesitan o se los roben a través de la corrupción.
Hay alerta, hay incertidumbre, hay preocupación, sin duda alguna, pero lo que a mi manera de ver genera más desesperanza, es que, dentro de todas estas medidas, por ninguna parte se ha hablado de atacar la corrupción, por el contrario, se vienen realizando las mismas prácticas corruptas de untar de "mermelada" a una jauría de congresistas, para poder aprobar a pupitrazo las reformas planteadas, prácticas que siempre han sido criticadas por los voceros del cambio y que prometieron erradicar. No imagino las elecciones regionales de 2023, la cantidad de dinero a manera de subsidios, regalos y bonos, para quedarse con los botines de alcaldías y gobernaciones.
Recuerden: no todo "cambio extremo" sale bien. No sé si se acuerdan de un reality de la televisión que se llamaba así, y hubo cambios que resultaron peor de lo que había.