La historia se construye, ¡NO SE BORRA...!

(Foto tomada de Internet).

Por Germán Alfonso Garcés Mariño

Especial para Chicamocha News

Muchas veces buscamos transmitir mediante un texto, una mezcla del pensamiento, vivencias, saberes, deseos y sueños; sin embargo, nos volvemos reiterativos y de pronto saturamos la temática por ese deseo de permanecer actuales, o simplemente por parecer una voz crítica que presenta un acompañamiento a la sociedad y que, en el conjunto de personas que estamos participando en diversos medios, nos convertimos en un coro unísono del mismo tema.

Por esta razón, después de seleccionar varios temas, encontré que, a veces hay que hacer un texto diferente, cómo lo dice Jaime Valencia; "Voy a hacerte un bambuquito, que no hable de tu corpiño, donde nadie baje al río con perro, cántaro y niño…"

Las circunstancias que vivimos nos llevan a entender de manera diferente tradiciones culturales y religiosas, sin olvidar su significado y, por qué no, el anecdotario regional.  Para esta Semana Santa, vale la pena resaltar algunos personajes que quizás existieron solo en nuestra memoria, pero que impactaban al caminar por las calles de la sociedad malagueña.

No solo resultaba pintoresco, sino que rayaba en la curiosidad, el verlas pasar prontas a las diferentes actividades religiosas a estas tres mujeres de alta estirpe social y que, siempre iban acompañadas de las miradas de los transeúntes, toda vez que las saludaban, muchas veces con una pequeña venia, pero eso sí, con mucho respeto.

Voy a omitir los nombres, no solo por respeto, sino también para que muchos de Ustedes busquen en su memoria o con sus familias recordar de quiénes se trataba, igualmente presentó excusas si llegáramos a exagerar en algo del relato.

Estas distinguidas señoritas, en el verdadero sentido de la palabra, dignas representantes de la alta sociedad, por su tradición familiar y por sus acciones, no solo en lo religioso, sino en lo académico, lo cultural e inclusive lo militar, convertidas de una u otra manera en guardianas de una parte de la historia y del patrimonio cultural de la Provincia de García Rovira y de lo cual difícilmente tenemos archivos.

Viviendo en el entorno de la Calle Real, su casa colonial llamaba la atención para muchos, ver el contraporton y curiosear sus vitrales para intentar escudriñar lo que detrás sucedía, se convertía en el tema obligado de todo el que circulaba por la principal arteria comercial de Málaga.

Algunos de niños tuvimos la oportunidad, por el tradicional mandado, de tocar temerosos las puertas de la vivienda y cumplir con lo encomendado, sin dejar de sentir el miedo y la curiosidad que se confundía con la amabilidad sobriedad y elegancia de estas mujeres, con un rostro de sobriedad, que mucho después entendí, reflejaba la necesidad de compartir, conversar o simplemente saludar.

Participantes de la fundación de colegios, liceos, congregaciones religiosas; se consideraba su presencia de primordial importancia en los diferentes actos de protocolo.

Varios años las vimos circular de una manera casi milimétrica a las actividades del miércoles, jueves y Viernes Santo, en una rutina, podríamos decir ensayada, donde, a manera de desfile triunfante, se desplazaban a través de la calle 11 para continuar por la carrera novena, que recordamos, como la de la cárcel y así acercarse al atrio, para, tras un pequeño saludo con propios y extraños, ingresar a la hoy Catedral con el protocolo religioso, riguroso para tan significativos actos.

Se caracterizaba su recorrido por estar encabezado por quién sería la mayor en edad, y que a su vez sería como la matriarca de la familia, si bien todas solteras, muchos comentaban que esta, la más elegante de todas en sus tiempos jóvenes, tuvo la oportunidad de contraer matrimonio en majestuosa ceremonia, en el municipio del cual eran oriundas y que este acto social movilizo parte de la alta sociedad colombiana. Sin embargo, una vez realizados los actos protocolarios y obvio, el pretendiente cuya característica militar engalanaba aún más la pompa con que se organizó el acontecimiento, esperaba formalizar la unión matrimonial, ella sorprendentemente decidió en último momento no casarse, situación que impactó a las familias, pero que tal vez, a manera de anecdotario, tuvo una salida inmediata, que no deja de ser más sorprendente, cuando una cuarta hermana que acompañaba la familia manifestó, "entonces yo si me caso", dando continuidad a la ceremonia y los festejos.

Retomando el recorrido de estas mujeres, quienes con elegante vestido de paño, bolso o cartera y el velo negro sobre sus hombros, sostenían bajo su brazo el tradicional taburete, esta pequeña silla plegable de lona negra y madera torneada, obligatoria para las extensas misas de la época.

Como segunda en el recorrido y a una distancia de unos metros, no menos elegante, una segunda hermana de menor altura, siempre preocupada por el donativo a manera de diezmo y por estar pendiente de diversos afanes propios de la tradición y del quehacer del hogar, pendiente del significado religioso, también acuciosa por atender las visitas tradicionales y que, oportunas o no, eran frecuentes; podríamos decir que ejercía las labores administrativas del hogar de las tres hermanas, durante el recorrido estaba pendiente de su hermana mayor, de las personas que la saludaban, pero afanosa de las demoras y el transitar de su hermana menor.

Esta hermana menor, tercera en el recorrido, generalmente bastante retrasada y quien aparte de ser de menor talla,  la acompañaban características que no dejaban de generar diversos comentarios; ella, un poco menos rigurosa en su forma de vestir, no ocultaba fácilmente un caminar bamboleante, una sonrisa maliciosa y una amabilidad, quizás propia, o producto de pequeñas pausas en su caminar, para con gran afán buscar en su cartera una pequeña botella que generalmente contenía una bebida tradicional, conocida como pichón anisado y que tantos dolores de cabeza le dio a sus otras hermanas.

Así cómo se ha perdido quizás la parte espiritual del concepto religioso de la Semana Santa, también se ha ido olvidando la historia de nuestros pueblos, el significado de las familias y el verdadero valor de lo comunitario; el mundo se ha materializado, ya no se ve cruzando la calle la jarra del masato con las colaciones, que los vecinos compartían;  se ve con preocupación, aún en pandemia, el afán por sobresalir en la organización de las vacaciones, del viaje y por qué no, de la fiesta, de lo que es el fin de semana más largo del año.  

Nuestra región es rica en historias y son historias que, de una u otra manera, trascienden en la sociedad y forman parte del arraigo Provincial, toda vez que no se puede cambiar, la historia se puede construir… y, en esta parte, quizás por capricho, invito a aquellos que buscan trascender; ocultando, tapando, torpedeando o borrando, lo que para ellos no consideran representativo, aquí, a cambio de esto y si su ego los lleva a satisfacer esa necesidad de figurar, sobresalgan por acciones de verdadera significancia sociopolítica.

PD: Siempre, mucho he repetido, hay que cambiar "el hacer por hacer, por el saber hacer".


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